mércores, 11 de decembro de 2019

Ad libitum - El país (26/04/19)

(...) En la segunda parte, las Variaciones Enigma, de Elgar, sirvieron para constatar la enorme calidad de la orquesta, que dejó que el gran órgano del Auditorio se uniera a la fiesta final (el compositor inglés marcó su parte ad libitum). Fue una versión descafeinada, poco victoriana si se quiere, de nuevo rutinaria, en la que los mayores destellos de genio se concentraron en la decimotercera variación, que permitió incluso tender un puente simbólico con el comienzo del concierto: dos joyas destellantes en medio de una grisura generalizada. El metal volvió a sonar poderoso pero descompensado, las maderas se lucieron en todas sus intervenciones (y es justo citar ahora expresamente al clarinetista Mark van de Wiel) y la cuerda desplegó omnímoda sus poderes en una obra que todos estos instrumentistas podrían tocar casi de memoria y sin nadie en el podio. Pero Áshkenazi estaba allí, afable, sonriente, antidivo, obsequioso con todos, público incluido. Su larguísima carrera directorial sigue siendo un milagro nada fácil de comprender. (...)

Fonte | El país

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