(...) No fue sólo Bakunin, un iluminado anarquista ruso, sino también Stuart Mill, un juicioso caballero británico, quien sostuvo que en todo lo que no afecte a terceros debe ser absoluta la libertad de acción y de pensamiento. "Ni el gobierno" -escribió- "ni la sociedad, ni la religión, ni las costumbres, ni la moral, ni las leyes tienen derecho a interferir en el ejercicio de la soberanía individual". Pero, sea como fuere, no se olviden nunca de que la única libertad que importa y que me importa, la única inviolable e invulnerable en cualesquier circunstancia, es la libertad interior, la libertad de ser o de llegar a ser uno mismo, la libertad del nosce te ipsum, la libertad mental, la libertad del pensamiento, que depende del carácter, de la reflexión y del estudio, y no de las leyes de la sociedad, ni de las añagazas del poder, ni de los balances de la economía, ni de los sermones de los salvapatrias, ni del lloriqueo de los misioneros, ni de las triquiñuelas del politiqueo. (...)
Fonte | El Mundo
Fonte | El Mundo
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