Como señalábamos en la anterior entrega, en 1787 Carlos III emitía una Real Cédula para obligar a los ayuntamientos a edificar nuevos cementerios extramuros, en lugares bien ventilados, habiéndose ejecutado ya tal iniciativa en 1784 en los «reales sitios» de El Pardo y La Granja de San Ildefonso. En este punto señalemos un olvido habitual y es que en la provincia de Toledo, en Ontígola, existe otro anterior, creado en 1776 por el «Real Patrimonio» para atender el Real Sitio de Aranjuez según indica Pascual Madoz en su célebre Diccionario. En el mismo Madrid, las cosas tampoco se tomaron con diligencia, pues fue con José Bonaparte cuando se crearon los dos primeros cementerios generales de la Villa: en 1809, en la Puerta de Fuencarral, y en 1810 en la Puerta de Toledo.
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