EN la vida política no hay casualidades, y si las hay, es que están bien preparadas, como dijo no sé quién. Estos días andan los cenáculos de la Corte haciendo cábalas (interpretaciones) y conjeturas (suposiciones) sobre ese soplo de aire fresco y novedoso que, de pronto, se ha metido por las rendijas de la convivencia para sosegar los ánimos, llevar al entendimiento e impulsar el compromiso político, ante el difícil horizonte que tenemos por delante, que obligará a tomar decisiones de gran calado institucional. "Intelligenti pauca", o sea, en román paladino, "al inteligente (bastan) pocas palabras". Todo hace pensar que el Rey, después de oír a unos y a otros, ha movido ficha, sin alharacas, discretamente, pero con la firmeza necesaria para que el entiendan y en ejercicio de su indefinido poder moderador, su autoridad moral y su incuestionable prerrogativa de árbitro. El Rey, dice la Constitución, es el símbolo de la "unidad y permanencia" del Estado. No gobierna, pero sí puede aunar voluntades para conseguir la concordia y el pacto, la avenencia y la armonía, con el objetivo claro de defender de la mejor manera posible los intereses superiores de la Nación. (...)
Fonte | El Correo Gallego
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