En un estadio, el Vicente Calderón, donde los jugadores propenden a ‘amusamparse’ (léase del extraño fenómeno por el cual, una vez enfundada la rojiblanca, la liebre se convierte en tortuga y el león en gatito, verbi gratia: Musampa) hay un jugador que tomó el camino inverso, una rareza en la vera del Manzanares, un hijo bastardo al que por fin ya le damos la llave del coche.
Fuente | El Mundo
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